Veo tu espalda, ¿eres tú? ¡Si eres tú! No lo creo, me acerco
pero tú sigues allí sin verme, sin sonreír, ni me hipnotizas con tus pestañas.
Caminas y te sigo mientras nos perdemos en la selva de concreto en que
extrañamente estamos parados. Parpadeo ya no estas, caigo en un hoyo oscuro,
suenan las agujas del reloj y retumba en mi insomnio. Tú sigues sin aparecer,
mi desesperación aumenta con la caída de las hojas de otoño. Me asomo por la
ventana todo sigue monótonamente igual desde que te fuiste, las nubes ignoran
sus pasos por el cielo, las hojas siguen siendo barridas por el viento y tu
sigues sin aparecer. Mi mente se pregunta que estarás haciendo, donde estas y
al mismo tiempo formula planes para espantarte de mi testarudo corazón. Pasan las
horas vuelvo a lo que debería llamar hogar, pero te has llevado contigo esa
sensación hogareña. Solo has dejado una carta sin terminar, un pote de leche
medio vacío y un corazón desecho. Te extraño, aun sigues sin volver empiezo a
pensar que te escondí en algún lugar y he olvidado donde te deje, reposo en la
ventana esperando que recreces pero solo veo gente extraña pasar por mi mira,
mientras guardo la esperanza en un baúl.
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